Los hurones son mordedores por excelencia, lo ideal y una vez que están enseñados, es que muerdan despacio, que sus mordidas no nos dejen marca ni nos saquen sangre.
Para lograrlo hay que tener mucha paciencia, respirar profundo y por ningún motivo tenerles miedo. Nuestra actitud hará que el hurón aprenda con nosotros. Si gritamos, saltamos y dejamos que el miedo nos controle, entonces el hurón difícilmente nos dejará de morder fuerte.
Por el contrario, si primero le damos confianza, lo cansamos con juegos y luego con dulzura, pero con firmeza le enseñamos que sus mordidas nos hacen daño, poco a poco iremos logrando que su mordida sea agradable.
Lo primero es saber que no muerden por agresivos, por hacernos daño. Muerden porque esa es su forma de comunicarse entre hermanos y con todos los otros hurones. Su piel es gruesa entonces no se daña con sus colmillos y apretadas fuertes. Y también pueden morder por dolor, por susto o por algún arranque emocional de otro tipo.
El desafío a conquistar cuando estamos enseñando a un hurón que muerde fuerte es lograr que muerda despacio.